Sin ira igualdad
Sin ira igualdad
Asisto en el Consejo General de Abogacía a una jornada sobre igualdad, por cierto con mucha más afluencia de mujeres que de hombres, y desde la primera ponencia me pongo a tomar notas como en mis mejores tiempos universitarios.
Pronto la libreta que me entregaron al inicio la agoto y me asombro de que, con mi edad y lidiando con mi condición femenina desde que nací, aun me sorprenda de lo que escucho.
Con relación a las leyes que han incidido en este factor, el 13 de mayo de 1981 se promulgaba la ley más importante aprobada en democracia, para lograr la igualdad a nivel legal de mujeres y hombres. Se modifico el Código Civil declarando que el hombre y la mujer son iguales en derechos y deberes ante la ley.
Hasta la década de los 80, era necesaria la autorización marital para la mujer casada y la paternal para las solteras a efectos de disposiciones patrimoniales.
La ley disponía que el marido debía proteger a la mujer y la mujer debía obedecer al marido y, con respecto a los bienes gananciales de los cuales el administrador era el marido, la disposición de la mujer se circunscribía a lo que se conocía como «cesta de la compra» justificado por su dedicación al hogar y al cuidado de este.
El 22 de marzo se publica la Ley Orgánica 3/2007, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
En su preámbulo es recogida una frase de John Stuart Mill que refleja la intencionalidad del legislador. Aludía a aquella «perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros».
Buscaba zanjar desigualdades salariales, propiciando la paridad en la representación política, y en los puestos de decisión en las grandes empresas e instituciones públicas, e incidiendo en los planes de estudio escolares y universitarios.
Bosquejaba cifras y compromisos para equiparar a la mitad de la población con la otra mitad.
Una década después de su aprobación aun se está a mucha distancia del cumplimiento de la Ley de Igualdad.
Hay más parlamentarias pero pocas mujeres mandan, a igual de puesto de trabajo cobran menos, el porcentaje de mujeres en paro triplica al del hombre y siguen asumiendo las tareas domésticas, en este campo sí mayoritariamente.
Hace poco leímos como el Consell ha vetado dos de cada tres congresos científicos, al no tener igual número de hombres y de mujeres, y como los investigadores han contestado manifestando su negativa a poner a alguien en un comité por su género y no por sus conocimientos. Demagógico argumento, no se les está pidiendo que se valore el sexo por encima del principio meritocrático. Y en cuanto a la dificultad de encontrar mujeres para ciertos cometidos, es un argumento muy manido.
Se me ocurre una maldad. Adoptemos por un momento la postura de «El caballero de la mano en el pecho», maravilloso cuadro del Greco, y mirando al frente afirmemos que solo y exclusivamente se tienen en cuenta los meritos, a la hora de optar por una persona para cargo, función o lista.
Los expertos hablan de la falta de voluntad política y de escasez de los recursos invertidos como dos de las principales causas, por las que implementación de la Ley de Igualdad no ha culminado.
Sin duda estos dos factores influyen pero sobre todo es un problema cultural.
La cultura crea la realidad y conceptúa un orden, el orden determina lo que es normal y la normalidad fija los roles de género.
Venimos de una sociedad pensada por y para hombres. La visión del mundo ha sido androcentrista y las relaciones sociales centradas en el punto de vista masculino.
El cambio, no solo está en las leyes. Suprimir las normas que impidan a la mujer hacer cualquier cosa, no es suficiente. Lo fácil es caer en las ideas asimilacionistas que solo afecten al ámbito en que están pensadas, sin cambiar los elementos que masculinizan las criterios. Así solo obtendremos mujeres adoptando roles masculinos.
Se necesita la transversalidad, que impregne y determine todos los ámbitos de actuación.
De esto, del porqué de la falta de modelos y mentoras femeninas, de la regresión que se está constatando en el avance de la igualdad, de la biomedicina y el género etc.? razonaremos en otra ocasión.